El Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro de la Ciudad de México, otrora orgullo de la capital, hoy es sinónimo de caos, negligencia y frustración. La dirección de Guillermo Calderón Aguilera, lejos de ofrecer soluciones, parece haber agravado una crisis que ya es insostenible. Mientras los vagones chirrían por la falta de mantenimiento y las líneas colapsan una tras otra, la paciencia de los usuarios se agota.
Un liderazgo ausente, una red al borde del colapso
Desde que Calderón Aguilera asumió la dirección del Metro en 2021, los problemas no solo no han disminuido, sino que se han multiplicado de forma alarmante. Incendios, descarrilamientos, retrasos interminables y ahora el cierre temporal de la Línea 3 son solo algunos de los ejemplos más recientes de una administración que parece desbordada por la magnitud de los retos.
La pregunta es clara: ¿qué está haciendo Guillermo Calderón? Porque lo que es evidente es lo que no está haciendo: garantizar la seguridad, eficiencia y funcionalidad de uno de los sistemas de transporte más importantes del país.
Trabajadores y usuarios alzan la voz
No son solo los usuarios quienes están al borde del colapso; también los propios trabajadores del Metro han salido a las calles para denunciar las pésimas condiciones laborales y la ausencia de un plan claro de mantenimiento. El sindicato, encabezado por Fernando Espino Arévalo, ha señalado con vehemencia que, bajo la actual administración, 266 millones de usuarios han abandonado el Metro debido al pésimo servicio.
Las protestas han sido ignoradas, y la respuesta de las autoridades parece limitarse a promesas vacías. Mientras tanto, los trenes siguen detenidos, las estaciones lucen abarrotadas y las fallas eléctricas se han vuelto parte del día a día.
¿Inversión? Sí, pero en el lugar equivocado
En lugar de destinar recursos para reparar y modernizar el Metro, Calderón Aguilera parece tener otros intereses. El ejemplo más claro es la inversión en el Cablebús, un proyecto que, según el sindicato, carece de rentabilidad y utilidad para los millones de capitalinos que dependen del Metro.
Este desvío de prioridades no solo es un insulto para los usuarios, sino una clara muestra de una administración que ha perdido el rumbo. ¿Qué hace falta para que alguien se haga responsable?
El Metro no puede esperar más
La paciencia de la ciudadanía no es infinita. Los constantes escándalos, como los retrasos en las líneas 4, 8 y 12, o la incapacidad para resolver problemas básicos como cortes de energía, son el reflejo de una gestión que no está a la altura de las necesidades de la ciudad.
La salida de Guillermo Calderón Aguilera ya no es una opción, es una exigencia. El Metro necesita un liderazgo comprometido, eficiente y con la capacidad de tomar decisiones que realmente beneficien a los usuarios. Es hora de dejar las excusas y enfrentar la realidad: el Metro no puede seguir funcionando bajo una dirección que lo ha llevado al borde del abismo.